A principios de año recibí un diagnóstico médico inesperado y, para mí, inimaginable, en lugar de un problema ortopédico, lo que me afectaba ya por más de un año.
era una enfermedad neurológica, progresiva, que va extendiéndose a todos los músculos del cuerpo, conocida por la iniciales de su nombre técnico, ELA, y de la cual no se conoce su origen y no existe cura.
Entendí entonces que mi vida entraba en una nueva etapa: la final, que me podría dar quizá un par de años más de vida. Y aunque la vida nos trae estos giros inesperados que nos cambian la calidad y el tiempo de vida, no nos puede quitar el control de nuestra respuesta, de cómo decidimos vivir ese tiempo que nos queda.
Esa respuesta, forma parte de nuestro legado, del ejemplo que daremos a nuestras familias y a los seres queridos. Y empieza por entender, que aún con los retos físicos crecientes y el acortamiento de la vida que imaginábamos, esta enfermedad nos trae muchas bendiciones, nos da la oportunidad de vivir cercanamente el cariño y el apoyo de nuestra esposa y nuestros hijos, que en esta condición es fundamental para enfrentarla. Y también nos da tiempo para prepararnos, para trabajar en proyectos finales y, sobre todo, tiempo para gozar muchos momentos más con los que más queremos.
Estoy convencido que, a estas enfermedades terminales, no se les derrota sobreviviéndolas, pues eso es imposible. Se les derrota por la manera como vivimos, y por escoger concentrarnos en la vida y no en la enfermedad. Por eso, he dedicado la mayor parte de estos meses a viajar y a gozar con mi familia, y también a convivir y a disfrutar con amigos de muy distintas etapas de mi vida.
A lo largo de más de cuatro décadas, comenzando como analista de crédito en la banca de nuestro País, llegué a la Dirección General en uno de los principales bancos de México y a la Copresidencia en el Banco más global del mundo. Estoy contento de lo que pude lograr en mi vida profesional; los aprendizajes que ahí tuve me han servido para esta nueva etapa de mi vida. Destaco brevemente cuatro reflexiones.
Creo firmemente que el principio más importante para ser exitosos en nuestra vida personal y en los roles de liderazgo, es ver el mundo como es y no como uno quisiera que fuera. Este principio de realidad es la piedra angular sobre la que se construyen los éxitos personales y profesionales. Distintos autores lo han formulado de diferentes maneras. Sólo apunto una de muchísimas, la que escribía José Emilio Pacheco: “esta terca realidad que insiste en ser como es y no como yo quiero que sea”.
Se dice fácil, pero conseguirlo requiere no sólo de una gran disciplina personal, sino sabernos rodear de colaboradores con honestidad y valentía y con diversidad de experiencias, para decirnos cómo son realmente las cosas, cómo va nuestro desempeño en sus distintas dimensiones. Y también crear sistemas de medición y comparación que nos ayuden a entender objetivamente nuestros resultados.
La segunda reflexión, que cuando la compartía con la gente que trabajó conmigo a través de los distintos retos de mi carrera y profesión, se las resumía en una frase: no podemos predecir el futuro, pero lo podemos construir. La frase nace de algo que aprendía hace muchos años de Peter Drucker, que decía que “la mejor manera de predecir el futuro es construyéndolo”. Este es el principio para formular una visión, un propósito común y una estrategia que nos permita construir ese futuro.
Ésta me parece que es una de las tareas más apasionantes en los roles de liderazgo: el poder formular una visión de lo que queremos crear y que sea lo suficientemente poderosa para amalgamar las voluntades de los que trabajan con nosotros. Y definir un propósito común, que idealmente suma los esfuerzos de todo equipo. Y formular nuestra estrategia, tan clara y sencilla como sea posible. Y comunicar con eficacia, nuestra visión, nuestro propósito común, los ejes rectores de nuestra estrategia, una y otra vez, con consistencia y constancia.
La tercera reflexión es que, en nuestras organizaciones, al final del día dirigimos y actuamos a través de la cultura que forjamos. Siempre he creído en una cultura centrada en los clientes, pues éste es el principio y el fin de cualquier empresa. Éste es el elemento central de la cultura de las organizaciones ganadoras. Y al ser centrada en el cliente, debe ser por consecuencia, centrada en el talento de nuestras organizaciones, y en lograr el trabajo en colaboración de toda una organización, pues es la que suma nuestros talentos. La cultura que refleja nuestros valores, requiere años para ser construida y empieza como todo lo que se enseña bien y perdura en el tiempo, con el ejemplo desde arriba.
Una última reflexión. Desde hace años me he formulado la pregunta de cómo mediremos el éxito en nuestra vida. Tan importante que es a través de la vida, nuestro desempeño profesional y los resultados financieros y de posición de mercado que logramos, que éstos son los criterios que nos permiten el éxito en las empresas. Pero el éxito en la vida, eso es distinto. Y pienso que lo mediremos a través del impacto que tuvimos en la gente con la que interactuamos -nuestras familias, amigos, colegas y clientes- y si al tocar esas vidas les aportamos positivamente, las hicimos crecer, las enriquecimos. A través de la huella que dejamos en aquellos con los que vivimos, con los que tuvimos el privilegio de trabajar y para los que fue nuestro trabajo.
Son estas reflexiones, que se volvieron principios de vida, las que guían esta última etapa. Construir un último legado a través de cómo vivimos y respondemos a este reto final, agradecidos por lo que construimos a lo largo de los años y por el tiempo adicional que la vida nos dé.
El autor fue Director General de Grupo Financiero Banamex de 1996 a 2009. A partir de 2010 fue nombrado CEO de Banca de Consumo Global y posteriormente Copresidente de Citigroup, hasta su retiro en 2015.
Fuente: Reforma