¿Y si pongo mi pasión por la fotografía de naturaleza al servicio de la causa?
Javier explica que los cuidados que requiere esta enfermedad son bastante caros, por lo que “lo pasas doblemente jodido”, por eso quiere ayudar a que los familiares de enfermos puedan cuidar sus seres queridos en unas condiciones dignas y también se fomente la investigación de la ELA. “Mucha gente no la conoce y el que la padezca está condenado”, señala Javier, al que hace unos meses se le pasó una idea por la cabeza: ¿Y si pongo mi pasión por la fotografía de naturaleza al servicio de la causa? Entonces empezó a recopilar material y a hablar con fotógrafos especializados como Cristóbal Serrano, Mario Cea, Mario Suárez Porras, Andrés Miguel Domínguez o Antonio Atienza, entre otros, para ir dándole forma al proyecto.
“No es un libro para mostrar mi trabajo, aunque lleve fotografías mías”, explica Javier, al que lo unía con su madre la afición por este arte. “Ella siempre me pedía que le enseñara las últimas fotos que había hecho, por eso cuando estoy solo en el campo me acuerdo de mi madre, a la que le hubiera gustado que ayudara a la gente”, dice. Ella, durante la enfermedad, fue degenerando su capacidad motora de forma progresiva. Cuatro años después de empezar a padecerla, tuvo que sentarse en una silla de ruedas porque las piernas no le respondían, y a los seis perdió la capacidad de respirar por sí misma, por lo que le practicaron una traqueotomía. “Los dos últimos años fueron muy duros”, cuenta Javier, quien señala que “un mes y medio antes de fallecer nos dijo a mi hermano y a mí que la lleváramos al hospital para desconectarla, y hasta me enfadé con ella, porque lo que quieres es tenerla aquí… Es muy duro”.
El amor por la fotografía le viene a Javier desde pequeño. “Siempre me ha gustado la naturaleza”, expone, por lo que hace unos diez años, cuando vendió su empresa, se liberó y se convirtió en dueño de su libertad, como él mismo cuenta. La empresa a la que se refiere Fernández es Gecko, la impulsora del vodka caramelo, creación de este jerezano que, después de estar 19 años distribuyendo bebidas por negocios de toda la ciudad, patentó su propia marca. Entonces, se lo jugó todo a una carta… y le salió bien. “Lo dejé todo para apostar por mi marca”, dice. “Era autónomo y estaba con la hipoteca hasta las orejas, si me resbalaba ponía en duda la estabilidad de mi familia”, expresa Javier, que arriesgó y ganó.
Desde entonces su vida ha cambiado. “Mi mujer me dice: parece que te has colocado de jardinero en el Ayuntamiento”, comenta entre risas, porque está todo el día con indumentaria verde, dispuesto a dar rienda suelta a su pasión. “Me atraían la naturaleza y la fotografía, enlacé una cosa con otra y ahora es una droga. Lo que más me llena es andar por el campo e intentar sacar los mejores momentos”. Ha estado en el Ártico, Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Polonia, Kenia o Marruecos, entre otros muchos lugares. Todos ellos podrán verse reflejados en el libro que prepara y con él quiere homenajear a su madre y ayudar a enfermos de ELA.
Fuente: La Voz del Sur