¿Cuántas veces te has preguntado en tu duelo si alguna vez volverías a sentir alegría o paz?
Entre el nacimiento y la muerte, los seres humanos vivimos una multiplicidad de experiencias. Algunas de ellas no las olvidaremos jamás por la felicidad que han traído en nuestra vida mientras que otras serán tan dolorosas que aún hoy desearíamos que nunca hubieran sucedido. En este último caso, su sabor amargo dejará una cicatriz en nuestro corazón que nos recordará aquella batalla que hemos tenido que librar. ¿La pérdida de tu padre o madre? ¿La separación de la persona con quien compartías proyectos y esperanzas? Cada experiencia de pérdida nos adentrará en un proceso de duelo en donde viviremos una multiplicidad de emociones intensas y confusas… algunos días serán especialmente tristes, otros días podrás esbozar una sonrisa. De este modo, poco a poco irás desandando este camino hasta finalmente aceptar esta ausencia y aprender a convivir con una nueva realidad ¿Esto significa que me olvidaré de mi ser querido? ¡Por supuesto que no! Los recuerdos y los bellos momentos compartidos con él o ella quedarán siempre conservados en la caja de los tesoros de tu corazón mientras que esta pérdida dejará tras de sí una cicatriz emocional que te recordará la fortaleza y valentía que has tenido para afrontar este proceso.
¿Alguna vez te caíste de tu bicicleta y te quedó una cicatriz en tu pierna? ¿Cuántas veces has visto esta marca física y has recordado lo sucedido? Al igual que las cicatrices físicas visibles, nuestro cuerpo también adquiere con el paso de los años otras cicatrices vinculadas a la psique… menos visibles pero, sin dudas, mucho más profundas: las cicatrices emocionales. Cuando nos caemos y nos golpeamos una pierna o nos hacemos una herida en nuestra mano sólo necesitamos un poco de hielo o una bandita adhesiva para seguir nuestra vida normalmente. Si no hacemos nada para limpiarlo y evitar posibles infecciones, es probable que se prolongue su tiempo de curación o bien que nunca pueda sanarse del todo… entonces cuando menos lo esperamos, una nueva caída en donde se encuentra esta herida puede hacerla supurar.
La pérdida de un ser querido abre una dolorosa herida que el proceso de duelo poco a poco nos enseñará a sanar… tras el dolor vivido nos queda esa marca invisible que deja el proceso de curación. Algunas veces es posible que todavía no seas consciente de la profundidad de tu cicatriz porque la herida aún no ha curado lo suficiente o bien porque has vivido tantas pérdidas sucesivas que cada nueva herida vuelve hacia la cicatriz original profundizando su tamaño. Sin embargo, en el caso de las heridas emocionales también necesitas de algunas medicinas para sanarlas: pañuelos para las lágrimas, el abrazo de tus seres queridos, la escucha de tus amigos y una dosis de mucha paciencia son tan sólo algunas de ellas pero…
¿Esto qué significa?
Sólo podremos cicatrizar esta herida que nos deja la pérdida de nuestro ser querido si hay un compromiso activo de quien la padece para dejar ir el miedo, la ira, el resentimiento y la culpa que deja tras de sí esta pérdida. Cuando todo haya terminado y vuelvas a encontrar paz en tu corazón, cada una de estas cicatrices se convertirá en un verdadero símbolo de tu coraje y valentía para desandar y explorar tus emociones más íntimas en un proceso de duelo que te encuentra al final del camino con una versión más fuerte de ti mismo.
¿Cuántas veces te has preguntado en tu duelo si alguna vez volverías a sentir alegría o paz?
Desde la muerte de nuestro ser querido inclusive sentimos que nos hemos vuelto un poco locos o que hemos sido dañados de un modo irreparable. Sé que ahora estás en pleno proceso de duelo y te puede parecer lejano el momento en que esta herida sane y se convierta en una cicatriz pero recuerda que esto también se curará… sin apuros pero con el ferviente compromiso de elaborar esta ausencia, dentro de un tiempo podrás mirar hacia atrás y estar orgulloso del camino que has afrontado así como de la fortaleza que has tenido para ganar cada pequeña batalla diaria… verás que te has vuelto más sabio y más agradecido respecto a lo que eres y lo que tienes llevando contigo para siempre, esta marca invisible que te recordará el coraje que has tenido para afrontar los momento más dolorosos de la vida.
Aunque ahora no puedas ver el sol, no creas que nunca más serás feliz. No te resistas al dolor… reconócelo y bríndale el espacio que necesita para moverse libremente. Cuando el dolor nos habla, tenemos que escucharlo… siempre suele dejarnos más de una enseñanza.
Sólo tómate tiempo para sanar esta herida y poco a poco verás cómo cada pequeño paso que des en la vida te llevará hacia un lugar mejor.
Fuente: Manejo del Duelo