En el desarrollo de la ELA hay una conjunción de factores que son los que desencadenan la enfermedad.
Entre estos desencadenantes se lleva mucho tiempo estudiando los ambientales sin llegar a datos del todo concluyentes en la mayoría de los casos.
El estudio de como un factor ambiental afecta a una enfermedad es algo complicado. En animales de laboratorio es sencillo mantener un grupo bajo las mismas condiciones y cambiarles un solo factor a algunos. Así se ve como les afecta ese cambio concreto. Pero los estudios con humanos no pueden hacerse de esta manera y los datos que se obtienen son normalmente indicativos pero no conclusivos.
De entre todos los factores ambientales que se sospecha que pueden tener un efecto en el desarrollo de la ELA, unos candidatos reiterados han sido los metales pesados. Se sabe que la presencia de metales pesados en alta concentración provoca diferentes problemas de salud y están relacionados con el envejecimiento. La exposición a los metales pesados puede ocurrir por la dedicación a ciertos oficios como los metalúrgicos, los soldadores o los fontaneros. Pero también hay exposición por la polución en aguas, aire, algunos alimentos, suplementos dietéticos o fumar.
En diversos estudios se ha encontrado que hay algunos metales pesados con una concentración más alta en sangre entre los pacientes con ELA que entre los controles. Todos estos estudios mostraban indicios, pero ninguno podía establecer una relación de causalidad. Las muestras en las que se detectaban estos niveles altos de metales pesados habían sido tomadas después del diagnóstico de la enfermedad. Y esto siempre genera la duda de si los metales pesados causan la enfermedad o si se acumulan después.
Unos investigadores han estudiado esto en una cohorte de pacientes de los que se tenían muestras de sangre previas a la aparición de la enfermedad. Con este dato, se minimiza la posible confusión entre ser causa de la enfermedad o ser un efecto secundario de la misma.
En este estudio encuentran que hay una asociación entre altos niveles de cadmio y plomo con el riesgo de aparición de ELA, aunque los resultados con los niveles de plomo son más discretos. Sin embargo, altos niveles de zinc parecen asociarse a menor riesgo de ELA. Estos datos son suficientemente significativos incluso considerando otros factores ambientales como el fumar.
Estos resultados en su conjunto suponen una base más sólida sobre la que basar nuevos estudios que puedan discernir el papel de otros agentes medioambientales en la aparición de la ELA. También hay que profundizar en el conocimiento de qué mecanismos celulares se ven afectados por estos metales pesados.
Es importante resaltar que estas asociaciones no son correlaciones directas y completas. Exponerse a altos niveles de cadmio y plomo es solo un factor más. Deben confluir al mismo tiempo otros factores para que se produzca la enfermedad. Alguien expuesto a altos niveles de esos metales pesados desarrollaría ELA si además tiene ciertas mutaciones ciertos problemas celulares como pueden ser agregaciones de TDP-43. Si no se da el sumatorio de diversos factores no aparecerá la enfermedad.
Fuente: Fundación Luzón