Nació en plena segunda guerra mundial, el 8 de enero de 1942, en Oxford.
La vida de Stephen no estuvo exenta de dificultades. Nació en plena segunda guerra mundial, el 8 de enero de 1942, en Oxford. Sus padres se trasladaron de Londres a esta ciudad, unos meses antes de su nacimiento, intentando encontrar una mayor seguridad debido a que Londres estaba siendo atacada por la Luftwaffe. Tuvo dos hermanas menores, Philippa y Mary, y un hermano adoptado, Edward. Como curiosidad, a Stephen le gustaba señalar que su nacimiento coincidió con el tercer centenario de la muerte de Galileo, y ha muerto en el mismo día que nació Albert Einstein (14 de marzo).
En 1962 alcanzó el grado en Física por la Universidad de Oxford. Un año más tarde se le diagnosticó una esclerosis lateral amiotrófica (ELA), con el paso de los años quedó casi completamente paralizado y le obligó a comunicarse a través de un aparato generador de voz. Esta enfermedad degenerativa no le impidió obtener en 1966 el doctorado en Cambridge. Estuvo casado en dos ocasiones y tuvo tres hijos.
De sus trabajos destacan el estudio de los agujeros negros y el “big bang”.
En 1970 los trabajos de Hawking, junto al físico británico Penrose, demostraron que los agujeros negros pueden emitir radiación, aunque debido a su enorme gravitación atrapen todo en torno a ellos, contradiciendo los estudios clásicos que suponían que nada podía escapar del agujero negro. Teniendo en cuenta los efectos cuánticos dedujo que parte podía ser radiada, lo que se conoce como “radiación Hawking”. Este fenómeno tiene especial importancia para demostrar la relación entre el campo gravitatorio, la mecánica cuántica y la relatividad general.
El estudio del origen del universo tuvo como precursor al belga Monseñor Lemaître (sacerdote jesuita, matemático, físico e ingeniero civil), quien en 1927 publicó la teoría de la expansión del universo. Fue conocida como teoría del “Big Bang”, desarrollado posteriormente los físicos Edwin Hubble y George Gamow.
En 1970 Hawking y Penrose prueban que el universo que se expande debe tener una singularidad en el principio y una duración definida en el tiempo; con la única condición de que la relatividad general sea correcta y que el universo contenga tanta materia como observamos al final.
Unos años más tarde Stephen H. cambia drásticamente sus ideas del “big bang”, para tratar de convencer a la comunidad científica de que no hubo en realidad singularidad al principio del universo. Hawking sugiere adoptar el enfoque euclidiano y evaluar la ruta integral a la gravedad cuántica en las métricas positivas definidas. Este enfoque puede explicar por qué la constante cosmológica aparente es cero, por qué el universo es espacialmente plano y por qué estaba en equilibrio térmico en los primeros tiempos. Concluye que no hay condiciones de frontera iniciales. La propuesta de ausencia de frontera es similar a la idea de la teoría de la relatividad de que el universo es finito, pero sin límites en el espacio, el propio Hawking en su libro “Historia del tiempo” afirma que la condición de que no haya frontera es “la tesis de que el universo es finito, pero no tiene ninguna frontera (en el tiempo imaginario)”.
En unas declaraciones a la prensa, en 1992, Stephen expresa “Todavía creo que el universo tuvo un comienzo en tiempo real en un big bang. Pero hay otra clase de tiempo, el imaginario, perpendicular al tiempo real, donde no tiene principio ni fin. Eso significaría que el modo en que el universo comenzó estuvo determinado por las leyes de la física. No habría que declarar que Dios optó por poner en marcha el universo de un modo arbitrario que no podemos comprender. Nada se dice si Dios existe o no existe, simplemente que Él no es arbitrario”.
Si comparásemos la obra de Stephen Hawking con la los grandes genios de la física (Newton, Maxwell, Einstein,…) observaremos que es corta y discutible.
Durante el final del siglo XIX y el siglo XX ha existido una tendencia a dar excesivo valor a las nociones científicas. Ha dado lugar al cientificismo, teoría según la cual los únicos conocimientos válidos son los que se adquieren mediante las ciencias positivas. En el caso de Stephen Hawking este cientificismo le llevó a un neo-panteísmo. Tenía la obsesión de cerrar las puertas del tiempo y el espacio a Dios con su idea de un universo autocontenido. “Dios no juega a los dados“, dijo Einstein en respuesta al indeterminismo que postulaba Heisenberg. Sin embargo, para Hawking “Dios no solo juega a los dados, sino que a veces los lanza donde no los podamos ver”. Paradójicamente mientras su cuerpo iba perdiendo progresivamente movilidad, su pensamiento viajaba libremente por todo el espacio y el tiempo del universo.
A diferencia de otros físicos renombrados, su fama no proviene de su investigación científica, sino de una enfermedad motora y de sus afirmaciones teológicas acerca de la creación del universo. A pesar de ser un buen divulgador resulta difícil discernir la componente objetiva de la subjetiva de su obra.
Es importante matizar los términos vacío y de la nada. Los físicos hablan del vacío y los filósofos de la nada. En el vacío hay radiaciones, teniendo en cuenta que las radiaciones son una de las manifestaciones de la energía (ML2T-2), poseen implícitamente masa. Sin embargo, la nada filosófica es la ausencia e inexistencia de cualquier objeto. Metafísicamente nada surge de la nada, o de la nada, nada proviene (Parménides ex nihilo nihil fit).
Dos Papas de la Iglesia se han pronunciado explícitamente sobre el “big bang”.
Pio XII afirmó “Parece como si la ciencia moderna, saltándose de un golpe de millones de siglos, hubiera logrado hacerse testigo de aquel primordial Fiat lux, cuando de la nada brotó, con la materia, un mar de luz y radiaciones, mientras las partículas de los elementos químicos se separaron y se reunieron en millones de galaxias”, recordó que “sólo la metafísica y revelación pueden establecer que el mundo es creado, en el sentido de que su ser depende completamente de la acción de Dios. La revelación dice que el mundo ha sido creado en el tiempo y que las ciencias naturales por sí mismas no pueden probar la creación del mundo, pero ellas pueden proporcionar conocimientos útiles a la metafísica y a la teología”.
Posteriormente, en 1981, Juan Pablo II en su discurso “Las pruebas de la existencia de Dios a la luz de la ciencia moderna” a la Pontificia Academia de las Ciencias dijo “En realidad, la verdadera ciencia, en contra de las arriesgadas afirmaciones del pasado, a medida que avanza va descubriendo más claramente a Dios, como si Él estuviese alerta, esperando detrás de cada puerta que la ciencia abre”.
Es de agradecer a Stephen Hawking la transversalidad disciplinar de su obra, manteniendo vivo el debate cosmológico. “La vida está compuesta de luces y sombras, fingir que no hay sombras sería falso” (Walt Disney).
Fuente: Sevilla Info