El pasado 14 de marzo, a los 61 años, nos dejó Teófilo Ayuso Castillo. El mismo día que el científico británico Stephen Hawking, al que, a pesar de la ELA que padecía, la vida le dio la oportunidad de realizar importantes aportaciones a la Humanidad en el campo de la Física.
Teo no fue tan famoso pero sí un ser extraordinario como él, que en su ciudad, en su barrio y, sobre todo, entre sus seres queridos, ha dejado un testimonio y una huella imborrable. Se nos fue el hombre pero no su alma de artista.
Una fulminante ELA nos arrebató, en menos de un año, a un esposo y padre ejemplar, que dedicó toda su vida a velar, como un ángel de la guarda, por su familia pero quiero compartir con Vdes la pasión por la música que manifestó desde niño, con apenas 8 años.
Madrileño de pura cepa, de Carabanchel Bajo, se afincó en Ciudad Real y en todos los rincones de su casa, junto a las colecciones de Beatles, Eric Clapton, Luis Eduardo Aute, etc las canciones de su cosecha propia de su disco que tituló “Fruto de la pasión”: “dibujándote”, “a esa mujer de mi guitarra”, “luces de velas” canciones que sus hijos tararean, sin darse cuenta.
Se sentía orgulloso de haber aprendido los primeros acordes en la guitarra española gracias a un virtuoso de raza gitana y aunque su vida profesional fue por otros derroteros, -el turismo y hostelería-, hizo sus pinitos como guitarrista y cantante en los grupos musicales que formó con muchos amigos de la infancia: “Marfil”, “Alfa Centauro” o “Distrito 25” en Madrid y sus incursiones ya en Ciudad Real con “Bahía Blanca”, “Proyecto Delphi” o “Los Amigos de Javier Segovia” que le han brindado un sentido homenaje en el Teatro Municipal Quijano, a beneficio de Manos Unidas.
Muchos de sus colegas, le respetaban como a un maestro, un prodigioso de la guitarra eléctrica, con la que dormía a sus hijos Diego y Daniel, en su etapa de infantes.
Fue un gran animador, de verbo fácil y cuando subía a los escenarios, era la persona más feliz del mundo, de los que levitaban, sin exagerar, acariciando su Fender.
El brillo de sus ojos, su sonrisa y su voz se apagaron por la enfermedad que apenas he querido nombrar… sus efectos devastadores, una crucifixión en vida, no respetaron la “dignidad” de la persona ni del artista. Ya descansa y respira en paz.
Nuestra solidaridad con las familias que, como la nuestra, se han quedado huérfanas, tras el ciclón que ha arrasado sus vidas y a pesar de ello no se dan por vencidas. Y no se me olvidaba… gracias a los nuevos amigos y amigas que nos dan aliento en nuestro dolor.
Carmen del Campo Pradas
Esposa de Teófilo Ayuso Castillo
Fuente: Fundación Luzón